Siempre con ella, agarrándola para que no se caiga en el acantilado de los recuerdos pasados.
Que no pierda nunca el equilibrio. Hacer que su vida sea sencilla, dulce y perfecta.
Pero su realidad es distinta.
Un laberinto de contradicciones donde no existe ninguna salida.
Y ella, egoísta, prefiere esconderse en una cueva a esperar que la tormenta pase.
Al amanecer, con sus alas rotas, echará a volar.
Parece que le gusta haceros daño.
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