Las dos en casa. Los rayos de sol iluminan nuestras tinieblas.
Bajo a la cocina a desayunar contigo.
Me observas con tu mirada traviesa, sonríes y "Bonne fête ma puce!".
Te levantas, te sigo. Tú de pie y en la mesa del comedor, un regalo esperándome.
Nerviosa, desempaqueto con delicadeza (nunca me ha gustado romper el papel).
Tres, dos, uno...Un lector CD ¡No lo puedo creer!
-"Enciéndelo a ver si funciona y dale al play"- susurras.
Sin esperármelo, suena la melodía. Un CD que quería desde hacía mucho tiempo.
Estoy eufórica. Mi primer lector CD y el álbum de mi cantante favorita.
Se me escapan lágrimas de felicidad.
Y nos tiramos toda la mañana, todo el miércoles, escuchando aquella cantante (de la que hoy no me siento tan orgullosa, es lo que tienen algunos gustos musicales juveniles).
Con esto, sólo quería recordarte que nunca me he sentido tan feliz. No he sentido nunca tanto amor por ti.
Y no entiendo cómo el recuerdo de un día puede hacerme sentir aún así. No entiendo cómo te has difuminado entre el pasado, ni cómo te has transformado en una estela invisible que baila incesantemente sobre mis canciones.
Cada 22 de octubre, danzaremos juntas
"Perfect day" Lou Reed