Voy a romper las ventanas y a entrar como el aire...

sábado, 31 de diciembre de 2011

Adiós

Inevitablemente, cada año por esta fecha, uno reflexiona sobre lo transcurrido durante los últimos 364 días.
Sí, yo también, suelo hacerlo. Elaborar un balance de todas las experiencias vividas, las cosas perdidas o adquiridas, las personas amadas u olvidadas..
Poder llegar a esa conclusión ayuda a sopesar lo bueno y lo malo, extraña dicotomía que nos inculcan desde la infancia, a prever nuestra evolución, a empezar el año nuevo con buenas intenciones, planes de futuro y resoluciones que creemos que se cumplirán al pie de la letra. No vamos a culpar a nadie, es reconfortante pensar que podemos hacerlo al menos mientras se desarrolla nuestro balance.

Mi ritual de fin de año se compone de la manera siguiente:
Antes de nada, suelo escribir dos listas:
La primera, es una enumeración de los meses del año con una palabra clave al lado.
La segunda, catastrófica por apariencia, son dos odiosas columnas que separan las cosas buenas de las malas (a menudo, dibujo una flecha de ambos sentidos en medio). Ambas están condicionadas por hechos que yo he provocado o que de repente el destino ha decidido lanzarme en plena cara y corazón.

La etapa final de todo esto (es la que más me gusta) es crear la lista de los doce deseos, sí, necesito escribirlos porque sino con la emoción de las uvas corro el riesgo de olvidarme de ellos y de atragantarme.
Y a pesar de las burlas de mi familia, yo sigo concentrada en las campanadas, mis uvas y mis deseos.

Solía hacer todo esto para poder esquematizar un año de sentimientos, de sonrisas y de lágrimas y de nuevos deseos.
Y sin embargo, hoy, me parece patético mi ritual de fin de año y me faltan fuerzas para llevarlo a cabo.
En este instante, lo que más deseo es gritar en la cima de una montaña:
ADIÓS ATROZ 2011...adiós.
Te dedico esta última noche de insomnio.

"Ver en la oscuridad" Deluxe

Ojalá dentro de un año, vuelva a ver en la oscuridad.

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